El Laberinto Mágico I

Campo abierto es ya la guerra, la zona republicana. Valencia y Madrid son los dos escenarios donde se desarrolla la acción, y no debemos dejarnos engañar con ese otro lado, ya que es sólo el lugar de procedencia de un personaje que va a vivir sus avatares en la misma parte que los demás del libro. Y ahí radica uno de los logros del autor, en la falta de temor a ser parcial con la sabiduría de que será veraz, pues de aquello de lo que habla conoce todos los datos. Una vez más el material que a Max Aub le interesa, y en el cual escudriña, es el ser humano, la persona anónima o pública. El panorama bélico cede lugar al mundo cotidiano, ofreciendo así una recreación y un testimonio donde historia e invención juegan por partes iguales. Los capítulos tienen nombres propios o escuetas fechas y los personajes, cualquiera de ellos, viven su circunstancia personal, jalonada por la peripecia colectiva pero sin perder el propio encuadre. Valencia surge retratada con profunda delicadeza y Madrid más conflictivo, con fuerza a veces bronca, pero en ambos casos, con una fidelidad notoria que consigue, tanto para los que vivieron aquella época como para los que no la han conocido, una aproximación a la contienda mucho más real que otro tipo de descripciones El laberinto mágico es el intento, ambicioso y cumplido, que Max Aub se planteó al terminar la última guerra civil. La palabra laberinto, que tal fortuna ha corrido para referirse a lo español, fue quizá utilizada la primera vez en este sentido por Max Aub. Un laberinto, el suyo, en el que se mezclan la realidad y la ficción, un laberinto en el que lo más importante no es encontrar la salida, sino recorrerlo, morosa y sobresaltadamente, seguir sus recovecos, deteniéndose en ellos, para escudriñar cada revuelta y cada persona o personaje que en él mora, investigarlos con todos los instrumentos al alcance del novelista, registros que van de la ironía y el sarcasmo a la ternura y el…