Desnudo Frente A Mi Pueblo

Prólogo En las páginas de este libro lo cotidiano tiene un sabor de intimidad que lo hace todo diferente: Ignacio se desnuda el alma y nos abre las puertas de su vida en una confesión que puede hacer que en algún momento derramemos una lágrima, pero también nos puede provocar una sonrisa. Y sin que uno se dé cuenta, la historia nos va envolviendo en un tiempo sin tiempo y nos lleva a lugares comunes que nos traen recuerdos de uno mismo, y a medida que recorremos las páginas, sutilmente, la historia de Ignacio deja de ser su historia, ajena y distante, para convertirse en nuestra propia historia. La novela está compuesta por varios elementos, tanto humanos como religiosos y morales, que van captando la atención del lector desde el principio, cuando comienza la aventura de Ignacio. En ella relata con realismo dramático los peligros y sufrimientos por los que tuvo que pasar, al igual que millones de indocumentados, cuando decidió emigrar a los Estados Unidos en busca de una vida mejor. Así, nos convertimos en testigos de su viaje de esperanza y padecemos junto con él sus miedos, su cansancio, su incertidumbre y su nostalgia por sus seres amados y la tierra que dejó atrás, y nos alegramos y reímos con él en sus contadas alegrías. Pero lo que a mí en lo personal me motivó para no parar de leerla hasta el final, fue el estilo que Fredis Romero le imprime a su obra para plasmar en ella una realidad terrible y dolorosa de la vida misma: el maltrato infantil y el rechazo a la homosexualidad, frutos violentos de la ignorancia colectiva que desgraciadamente padecemos a diario pero a los que no le damos la importancia que merecen. Esta novela nos lleva a tomar consciencia de cosas que algunas veces no valoramos en su justa dimensión, principalmente por miedo de enfrentarnos con la realidad, como lo dice Ignacio en algún momento: El miedo más grande que ocupa nuestros corazones es el de encontrar nuestra vocación y vivir la vida conforme nosotros…